jueves, 28 de mayo de 2015

Secretivos


El otro día estuve escalando en un “secretivo”. Al llegar había varios coches aparcados y escalando éramos por lo menos cuatro o cinco cordadas. Aún así sigue siendo un secretivo.

Permítame el lector menos docto en nuestro argot una explicación. Un “secretivo” es una zona de escalada, ya sabemos que a estas zonas las denominamos “escuelas”, que los aperturistas no publican y prefieren que no se den a conocer entre el resto de los escaladores.

Se mantienen en un relativo secreto al mundo en general y su transmisión es vía oral, o en servilletas de bar pintarrajeadas de líneas y de grados, con la advertencia verbal de “no se lo digas a mucha gente que se quiere mantener así”.


Las razones son variopintas, trataré de enumerar algunas:

a.- El equipador la quiere para él y su entorno y que no llene de gente ajena a su grupo para disfrutar de la tranquilidad del hallazgo y de su trabajo de equipar.

b.- Es una zona privada y el dueño ha accedido a que se equipe controlando quien va, puede haber ganado y se puede molestar con gente o nuestras mascotas, puede que sea de su uso privado y que no se convierta en un lugar público.

c.- El equipador o equipadores se la reservan para probar, con tiempo y tranquilidad sus vías, hacer las primeras ascensiones y trabajar con tranquilidad en la pared.

d.- Es un grupo local que, cual aldea gala, no quiere la invasión de los “romanos” que se produce cuando se publican las escuelas y se dan a conocer. Lo nuestro para nosotros y el resto para todos es un lema no escrito.

e.- El equipador, un imprescindible como sabemos, equipa siguiendo su impulso personal y deja las vías y las zonas. Transmite mínimamente la información y sigue. La zona empieza de secretivo y, con el paso del tiempo y de los encadenamientos, va pasando al conocimiento público.

f.- Cansancio de ver zonas como auténticos estercoleros o letrinas colectivas ante la falta de civismo de las escuelas más conocidas.


Hay que superar innumerables obstáculos para que siga siendo secretivo:

1.- El escalador es un coleccionista de vías. Una vez encadenada una queremos otra, y luego otra, así hasta el fin de nuestras fuerzas.

2.- Las redes sociales: vivimos en una sociedad del conocimiento y la información. Publicamos nuestro entorno y buscamos lo publicado de otros lugares. Es un proceso imparable y propio de nuestro tiempo.

3.- El colectivo de escaladores cada vez es más un colectivo consciente de su propia existencia. Se informa de lo realizado, se defiende el mismo, se asumen los problemas y se busca mecanismos de solución.

4.- Burdo rumor: cantaba la Mandrágora hace tiempo. Un rumor de zona nueva con buenas vías, crece y se propaga, de ahí a hacer una expedición a probar las vías es todo en uno. Luego el que ha ido propaga el rumor.


¿Son rentable los secretivos?

En este blog este es un argumento esencial. La decisión individual de publicar o no depende de la voluntad del equipador y todo el respeto a ello. Si es rentable o útil esta acción sí merece alguna consideración para abrir a la discusión.

El dinero invertido por los equipadores hace tiempo que sabemos que va a fondo perdido, salvo el aportado por instituciones, asociaciones de escaladores, publicaciones de guías que destinan un porcentaje al equipamiento.

La búsqueda de nuevas zonas está en nuestro genotipo. Publicamos y buscamos publicaciones, nos auto imponemos normas de comportamiento y de respeto al entorno pero seguimos en el viaje.

Todos conocemos zonas que dan pena, incluso vergüenza ajena, ante la cantidad de papeles y basura, además de la letrina colectiva, ya que las normas del libro de “Cómo cagar en el monte” todavía no son un estándar de comportamiento.

El sentirse parte de un colectivo o de un grupo es más una visión desde el exterior que desde la visión individual. Conozco escaladores que prefieren escalar solos, equipar solos y que no soportan las aglomeraciones, es lógico pero está lejos de una realidad creciente y es la de que cada vez somos más y buscamos nuevas vías.

Puede que no se sientan parte de un colectivo, yo sí lo hago, fui consciente una tarde de verano en Cëusse, sentado tras un pegue a una vía mirando al muro, se extiende hasta el horizonte, caliza blanca con el último sol de la tarde, surcada de vías, en todas ellas escaladores y escaladoras probando, volando largo muchos y encadenando otros, colectivo fanático. Instante en la retina cual replicante a punto del fin de sus días, “he visto el muro de Cëusse ardiendo de escaladores en todas sus vías”.