lunes, 19 de diciembre de 2016

Cuento de invierno

El frío arrecia. El cielo se ha tornado gris plomizo. Nieva suavemente, sin prisa, sin mojar, cambiando a blanco el color de la ladera. Sentado a pie de vía me acurruco entre las capas de ropa y entorno los ojos y dejo vagar mis pensamientos. Me acuerdo de mi cuento de invierno.

Sopla el viento del norte. Los copos de nieve inundan el valle, en ráfagas lo tapan todo, me obligan a cerrar los ojos. Sabe a invierno. Huele a días cortos y calor de lumbre, huele a frío y a temblor de manos.



Circo de Solana
Hace veinticinco años ya. Era un día de diciembre como este. Niebla de mañana, muchos grados bajo cero y nieve fina que el limpiaparabrisas empuja como bolas de juegos de niños. El coche era ya viejo, la calefacción no estaba en su mejor momento. “Hoy no escalamos, hoy equipamos y algo hacemos”, me dijo con su vozarrón de chico grande. Taladro en el maletero y unas pocas chapas de diez, alguna cuerda vieja era el equipaje.

El viaje que tantas veces habíamos repetido se hizo largo, sufriendo cada curva con el hielo, pensando que arriba la nieve no nos iba a dejar pasar. Llegamos. Aparcamos al lado de la central eléctrica, miramos hacia arriba, no se veía nada, sólo el largo tubo del agua que se perdía en la niebla nos indicaba el destino.

Sentados en el coche, toda la ropa puesta, dudamos si darnos la vuelta. “Ni hablar, para arriba”. Subimos penosamente, abriendo huella, sonriendo a la niebla y a la nieve. Seguimos como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, nos subimos a una pared y montamos un rappel, nos tiramos por el hielo de la pared y allí, entre el hielo y la roca, taladramos unos agujeros, imaginando pasos que no podíamos ver. Son los cuentos del invierno. Más tarde, el local que soñó la escuela me contó que los tuvo que cambiar todos.

Allí dejamos dos proyectos de vías. Fue la última vez que vi a mi amigo. Cambié de ciudad por circunstancias de la vida y no volví hasta el año siguiente, en medio un cáncer se lo llevó, en menos tiempo del que se tarda en contarlo, y la vida siguió.

La vía se llama “Cuento de invierno”, el mismo invierno que se llevó las nubes a última hora de la tarde para regalarnos una vista de las montañas. Recuerdo estar callado mirando los fríos rayos del sol colorear las cumbres nevadas de rosas imposibles. Él se rio como siempre e hizo una chanza que no recuerdo. Nos metimos en el coche y volvimos a nuestra ciudad de catedrales y puente romano.


El sol se apaga. Se levanta el aire, es norte dice alguien a mi lado. Recojo despacio mis cosas, miro allí donde todo se difumina y me acuerdo de aquellos días y de mi viejo amigo. Todos los años lo hago un día como hoy. Mientras viva y haya viento del norte el cuento de invierno viajará una vez más conmigo.

jueves, 17 de noviembre de 2016

In & Out

“¿Sigues con el blog?” resuena en mi cabeza de vez en cuando. El interlocutor es un escalador o escaladora que hace tiempo no me ve. Mi respuesta es siempre la misma, “ya no me lees, qué pena, así me echan de Desnivel”. Alguno que sigue la página web dice “ya no están donde antes los blogs”, es verdad, hay que buscarlos, siguen donde siempre, en las palabras escritas, en el relato de los hechos no importa quién los lea.

Empecé a correr este verano, mi gurú particular no me dejaba ni entrenar ni escalar hasta seis meses después del hechizo que me devolvió el codo. He corrido por bosques llenos de trasgus y xanas, por playas de cansadas gaviotas, por acantilados eternos enfrentados al mar del norte, por pueblos milenarios recorridos por peregrinos de un Santo del fin del mundo. He olido arces, eucaliptos, romeros, hayas, robles. He aspirado sus aromas llenando mi cuerpo de sonidos de animales de los bosques y de las playas.

He olvidado el ruido de las escuelas, de sus guerreros, de los gritos y los aplausos. He huido de ellas, no podía aguantar los aromas del fanatismo, la pelea con las vías, las jornadas de sudor y pegues. No he llamado para ver donde andaba el equipo, no he organizado los días para vagar hacia donde algún compañero de proyecto pasase los días. No he mirado el 8a.nu, no he preguntado por las mejores vías, no he soñado con vías este verano.

He estado fuera y he sentido la ausencia. He sufrido y superado el duelo. Poco a poco se me fue olvidando la escalada. Me refugié en el esfuerzo de mis carreras, de bajar los tiempos, de pelear la distancia.

Me he encontrado con amigos que ya no aprietan, que no buscan la dificultad como objetivo vital, que han sucumbido al esfuerzo de estar siempre al máximo, sin concesiones, que hablan de viejas batallas con la vías, de aquellos tiempos pasados cuando eran jóvenes e inmortales.

He estado fuera y he mirado a lo que hay al otro lado.

No me ha gustado.

Me reengancho. Vuelvo al tablón. A trabajar duro entre semana, a proyectar con mi entrenador los próximos días, vuelvo a las series sin fin, a los “mano arriba, pie pequeño, lanza a la más alta…”, vuelvo a la batalla, me embarco de nuevo como filibustero.

No tienen mi indulgencia los desertores, los que se bajaron del barco pirata, los que “ya no tienen edad”, los que han dejado de pelear.
“I am in” dicen los ingleses.

jueves, 28 de julio de 2016

Señales de humo

El asfalto se derrite bajo el sol abrasador de las calles de Madrid. Las torres de cristal y metal se difuminan en una pátina de calor, el cielo azul claro se aleja huyendo de la tierra. Las alpargatas se funden y amenazan con quedarse hundidas. No puedo salir volando, las aves hace días que abandonaron la ciudad, sólo las cigüeñas dudan si partir hacia África o dormir hasta el invierno.

Humo en Madrid
Una nube de humo ha pincelado el horizonte, el aire caliente la ha atrapado cerca del suelo, arde algún edificio lejano, sonido de bomberos, más calor en este infierno estival que se repite año tras año.

La vida mercenaria es así, lejos de los mares del sur de mis años piratas, cuidando las heridas de los años de combate. Refugiado en el proceso aspiro a volver, el ave fénix renace de sus cenizas, yo no llegaré a ellas, no quiero cruzar la última barrera.

Recuerdo chorreras de verano, forjadas en las lluvias del otoño, cinceladas en los hielos del invierno, moldeadas en la primavera. Blancas de magnesio y gente, sonríen en el hormiguero de escaladores, en fila interminable.

El fuego purifica, antiguos dioses reclaman su tributo, el humo se lleva los malos presagios. Esperaré paciente a la nueva estación y me uniré a los que sonríen al calor y al frío, a las adversidades y los éxitos, a los que saben leer señales de humo.

lunes, 27 de junio de 2016

Tiempo suspendido

Las luces del quirófano brillan con una extraña intensidad, sopla un aire frío, no es la brisa del norte, es el aire acondicionado, me rodea mucha gente extraña aun amable, miembros de su tribu, sus colores de guerra iguales, sus manos preparadas para la sangre y la incisión, me hablan pero no les entiendo, se nubla la vista y me duermo creo, mis ojos se cierran, ven sin mirar las imágenes que pueblan mis sueños.

Dolor
Dicen que uno en la anestesia no recuerdas nada. Entonces sigo allí, en algún lugar entre la nada y los recuerdos. Habitantes de mis sueños, pretorianos de la vertical, todos aquellos que me acompañan en el viaje sin destino de los días de escalada. No recuerdo a todos con los que he escalado, tampoco ellos a mí, caras conocidas a pie de vía, otras no. Desfilan en la noche infinita del sopor de la anestesia.

El codo ya no aguanta más, me dijo el gurú vasco que visité una mañana de lluvia, al que llegué preguntando, tras no obtener más que dudas a mis preguntas. Sólo así hay alguna opción. El dolor de las dentelladas ya no compensaba el esfuerzo. Se había instalado ahí cual grutesco medieval, formando parte de mí, ya me había acostumbrado a él, sacarlo era rozar el exorcismo, ponerlo en manos de los dioses.

Entre el sueño y sus nieblas los veo pasar. Una vida de pelea hace que recuerde compañeros de cordada tal como eran, como nos dejaron, como si el tiempo no hubiera pasado. El sol y la vida nos han dejado sus marcas, arrugas de veterano a pie de vía. Me sorprendo con los que se fueron primero, cuerdas, rápeles, coches, cánceres…. palabras que aprendí su significado a fuerza de grabarlas en las memoria con sus sonrisas y sus palabras, nunca más escuchadas.

No sé sigo allí, no sé si han conseguido extraerme mi compañero de dolor, no sé si volveré a pelear en las paredes, no sé si despertaré, si lo hago estaré solo, como estamos cada uno en este mundo, en el tiempo que nos toca, el que queremos estirar hasta el infinito, sin pactar con nadie.


Vuelvo, el dolor me saluda, es distinto, no es ese compañero de los últimos días, ese que clavó sus dientes en mi brazo y que daba dentelladas cuando quería. Parece que se despide, me aferro a él, ya nos habíamos hecho amigos, noto su partida y su despedida silenciosa, sé que no le voy a echar de menos aunque no lo olvidaré nunca, como los caídos en la batalla, los que honramos todos los años ese día que nos dejaron.

martes, 24 de mayo de 2016

Lecciones de economía y escalada: toma de decisión.

Escuelas y mercados: en búsqueda de la vía perfecta. Tema 4 y último.

Tras analizar la elasticidad de la oferta de las vías de escalada, la apuesta por la calidad del producto y de analizar los costes transaccionales del transporte llegamos al final de estas breves lecciones investigando sobre la búsqueda de la vía perfecta.

Tras abandonar la Vida Pirata no me ha quedado más remedio que trasladar a la escalada los conceptos fundamentales de la economía. Como sabemos es la asignación eficiente de recursos para la adquisición de un bien escaso. En mi caso es encadenar vías de mi máximo grado, de la mayor belleza posible, con el menor coste. 

Hay autores de referencia, como el gran Renaud, que argumentan que en general “queremos hacer grado sin esforzarnos”, sabia reflexión que ahonda en el sufrimiento, preparación y esfuerzo necesario, además del tiempo empleado en conseguir encadenar estas vías. Duele el cuerpo y duele el tiempo empleado, no hay otro método, en el grado máximo de cada escalador el esfuerzo para superarlo es máximo. Relacionado con la costumbre de verbalizar el esfuerzo como si ha “costado” mucho o poco", comparando productos de diferente elasticidad o calidad (un 7c con un 8a por ejemplo).

Volvamos a los criterios de eficiencia y de elasticidad por tanto. Busco la mayor elasticidad de las vías y su ubicación en un entorno que me permita llegar a ellas en el fin de semana, probarlas varias veces, y que se adapten a mis capacidades. Valoro en un cuadro de doble entrada la dificultad y la distancia a casa. Si están lejos aumentan los costes de transporte y el riesgo de perder el tiempo al no poder probarla, si hay cola en la vía por ejemplo, si hay mal tiempo o si sencillamente, una vez allí, está por encima de mis posibilidades y no puedo adquirirla/encadenarla.

Las escuelas funcionan como mercados, la relación entre escuelas asemeja a los mercados transfronterizos, con los costes derivados del transporte de los productos, en este caso los escaladores. Tenemos que utilizar el análisis económico para valorar qué es más rentable, si viajar a otra escuela buscando nuevas vías o quedarse en la cercana probando vías más difíciles, con los problemas y costes que existen en los dos casos.

Un caso típico de valoración de costes y decisión de precio relacionada con los gastos de adquisición, teniendo en cuenta la elasticidad del producto.

Fin de este temario, la semana que viene el examen.

lunes, 25 de abril de 2016

La competencia y los costes transaccionales: el Síndrome de Gulliver

Lecciones de economía y escalada: Tema 3

Encadenadas las vías comerciales, probadas las de mayor calidad, comprobado lo que nos va a costar y el tiempo a invertir en los proyectos nos encontramos ante lo que un profesor mío en la USAL (antes decíamos Universidad de Salamanca y sonaba mucho mejor que este acrónimo de ahora) denominaba macroputada keynesiana. 

A pie de vía te encuentras escaladores de todo el mundo, millennials, veteranos de guerra, locales, coleccionistas, que además de provocar un embotellamiento permanente, de cuyos efectos tengo otra lección preparada, también compartes información. Esta es una de las características del mercado y es que la información es conocida y compartida por sus integrantes. La conversación habitual es sobre la vía, sus movimientos, opciones y por supuesto sobre la elasticidad de su grado, vamos que si es comercial como vimos en la lección 1, aderezada con unas cuantas comparaciones con vías similares en otros lugares.

Surge en ese momento el Síndrome de Gulliver, el síndrome del viajero impenitente en la búsqueda de aquello que anhela. Buscamos conseguir vías increíbles con la elasticidad justa para nuestro éxito en un tiempo razonable. La cuadratura del círculo.

Hay vías para gigantes, para enanos, para ciudades volantes, y así un largo caminar. El grado el mismo, nuestro codiciado 8a elástico, el lugar lejos de casa, en una escuela de la que hemos oído hablar en leyendas, o en las realizaciones del 8a.nu.

Calculemos aquí una nueva variable para productos iguales y es la de los costes de tiempo y recursos en viajar a obtener esa vía. Sí, es la que buscamos, necesitamos tiempo y dinero para gastar en gasolina y en medios para viajar y estar en la escuela donde esté esa vía. Por tanto el coste de la obtención de la misma, aun teniendo el mismo grado (precio) es mayor, ya que hay que sumar esto a lo anterior.

Gulliver tiene unos costes que vamos a denominar transaccionales, para obtener la vía de un grado similar a los que tiene en su escuela de la que es local.

Existe una competencia tácita entre vías del mismo grado en distintas escuelas. Grado igual, coste distinto al incurrir en gastos de transporte y estancia, además de tiempo dedicado. Así funciona la competencia cuando no hay más barreras que los costes de transporte y tiempo.

Gulliver seguirá buscando vías en sus viajes, visitando escuelas y gentes, ciudades con costumbres disparatadas a los ojos de un viajero. Vamos como lo que nos ocurre cuando estiramos la elasticidad de nuestros sueños.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Soluciones ante los problemas de rigidez en la oferta: La Calidad

Lecciones de economía y escalada. Tema 2

Soluciones ante problemas de rigidez en la oferta: la calidad.

Una vez aprendido el concepto de elasticidad en la oferta vamos a profundizar en su conocimiento analizando los problemas derivados de una rigidez excesiva.

Como vimos en la lección anterior la rigidez de la oferta se hace mayor cuanto más difícil sea obtener ese producto con el mismo precio. Trasladado a la escalada, cuando sólo queda el 8a rancio, que dice un granadino, en la zona de escalada habitual, donde uno es local, tienes varias opciones que explican el comportamiento del mercado:

Primero: adaptar tu oferta a este producto tan especial. En este caso entrenar más, probar la vía más veces, dedicar más tiempo del que habitualmente se hace, en resumen “invertir más” en su adquisición.

Segundo: adquirir un producto de una “mayor calidad”. Por un precio mayor se pueden adquirir productos mejores, más especiales y más difíciles, éstos una vez lo decides disfrutas de una elasticidad mayor. En el campo de la escalada claramente la decisión es “subir de grado”, tocaría probar 8a+, la oferta vuelve a ser amplia y seguro que hay alguno con mayor elasticidad (más comercial en el argot de los escaladores).



Balanza entre destinar mas recursos a entrenar o probar mas grado (calidad)
Estamos ante lo que en economía se denomina Calidad del producto, hay una barrera ante los productos mejores, tanto en su diseño, forma, cualidades estéticas que los hacen más apetecibles y son más difíciles de adquirir. Su precio es mayor.

En las vías de escalada todos vemos buenos productos en cualquier grado, excelentes 6cs, 7as, 7cs, eso sí, todos buscamos el mejor en el siguiente grado. Distinguiendo los de mayor calidad. Hay algo de subjetivo en esta consideración, líneas en la pared para escalar, parece difícil y subjetivo, pero es indudable que entre los escaladores hay un consenso con las vías de más calidad.

Esto nos lleva al concepto de low-cost (bajo coste fácil de adquirir). Productos que se venden por debajo de su precio de equilibrio para conseguir objetivos distintos. Puede ser volumen (número de vías), puede ser el producto per se (conseguir un producto que “parece” el objetivo pero que es de calidad o grado inferior). Aquí incorporaremos aquellas vías que en todas las escuelas sabemos que están “regaladas”, hay una duda más que razonable de su grado pero que se obtienen por el objetivo del grado y no la dificultad de la vía. Caso claro de low-cost sobre intentar adquirir mayor calidad, que supone mayor dureza.

Conclusión de esta segunda clase. Ante una rigidez en la oferta toca medir en la balanza qué compensa más, si dedicar recursos y esfuerzos en adquirir productos más rígidos (el último 8a rancio) o intentar adquirir el de mayor calidad (grado superior).

Dilema de no fácil encaje, todos tenemos nuestra “rambla” y seguimos rindiendo culto a la rigidez de la vía en vez de buscar otra alternativa económica. Eso lo explico el próximo día.

miércoles, 16 de marzo de 2016

La elasticidad de la oferta y la demanda en las vías de escalada

Lecciones de economía y escalada. Tema 1

Uno de los conceptos claves en la economía es entender el funcionamiento de la oferta y la demanda, y la obtención del punto de equilibrio.

La oferta de un producto es el proceso de producción del mismo, un gasto de recursos y una mano de obra, así como la fijación de un precio donde se obtenga un beneficio. La demanda es la acción de los adquirentes finales de obtenerlo, cuantos más haya y más lo quieran mayor será la esta.

El punto equilibrio donde se establece el cruce entre productos, sus vendedores y los compradores es el que fija el precio.

De una forma abstracta parece sencillo. En la vida real no lo es. Hay que introducir la variable de la elasticidad de la oferta, que es la mayor o menor facilidad de obtener un producto a un precio dado. Pongamos un ejemplo práctico: Si queremos comprar gasoil, como bien sabemos su precio es complejo, buscamos la gasolinera más barata y allí repostamos, en este caso se dice que hay elasticidad en la oferta, tienes opciones. Pero, si estás en carretera y se enciende el piloto de reserva tienes que comprar en la primera gasolinera que te encuentres, independiente del precio, en este caso se define como oferta rígida, aunque no estés de acuerdo con el precio no puedes más que repostar si no quieres quedarte tirado en una cuneta.

Siendo el mismo producto puede tener una oferta y una demanda elástica o rígida. Este concepto se puede explicar en el mundo de la escalada deportiva, aplicado a las vías de escalada y su dificultad.

El objetivo de la mayoría de los escaladores es escalar vías de dificultad cada vez mayor. Somos demandantes de vías de escalada. Estas están en las escuelas o zonas de escalada: lo denominaremos oferta de vías.

Punto de equilibrio entre oferta de vías y demanda de escaladores, by Toñin


Si nuestro objetivo es hacer 8a, barrera mágica como todos sabemos, nos prepararemos, entrenaremos, adaptaremos nuestro registro gestual, y buscaremos – “demandaremos”- vías que podamos adquirir.
Iremos al mercado (escuela de escalada) y elegiremos una del catálogo, por ejemplo en Cuenca hay más de cien, la “oferta” es amplia, la elasticidad por tanto es mayor. Hay muchas opciones y buscaremos la que mejor se adapte a nosotros.

Lo habitual es que consigamos primero las vías que en el argot se denominan más comerciales o más fáciles. Si queremos encadenar otras estas serán, con el mismo grado (precio) más difíciles de escalar (obtener), ahí comprobamos que la oferta es más rígida, si queremos hacer octavo hay que hacer las que nos quedan.

El análisis nos dice que siendo el mismo grado o precio es mucho más difícil obtenerlo. Oferta rígida en este caso.

Si conseguimos todas las de un grado en la escuela habitual empiezan otras situaciones que analizaremos en próximas lecciones sobre el funcionamiento de los mercados complejos. Muchas gracias por su atención.

martes, 23 de febrero de 2016

Barreras, impuestos, tasas y otras rarezas en la escalada

Pocas veces los conceptos de economía se pueden explicar con ejemplos prácticos de sucesos en el corto plazo. Mucho más difícil es explicar el efecto de los impuestos en la actividad económica. Y ya raya lo inverosímil si además es con la escalada. Ha ocurrido y os lo voy a contar, vayamos por partes.

Un impuesto es una cantidad de dinero que hay que pagar a un organismo público por la realización de un suceso determinado. Demasiado abstracto, lo sé. Una tasa es un pago que se realiza por la utilización de un bien público, más concreto, no es universal, sólo es para quien lo usa. Ambos son barreras a la actividad económica y en nuestro caso, a la escalada.

Las razones de los impuestos y las tasas se basan en que se usan para la financiación pública posterior de bienes y servicios. Es su legitimación, con el dinero de nuestros impuestos los pagamos.

Tienen efectos secundarios, como son la menor actividad económica al aumentar su coste, disuadir de su utilización en algunos casos (ahí las tasas), e introducen ineficiencias en el sistema al trasladar unos costes generales a unos pocos usuarios.

Hasta aquí la parte de conceptos, sin mucha profundidad. Vayamos al ejemplo de la vida real en nuestras escuelas de escalada. Hay dos casos paradigmáticos en nuestro entorno, Rodellar y Margalef, dos de las mejores del mundo.

Situemos la tasa en su entorno. El lechero, famoso exalcalde de Margalef, quería dejar la alcaldía con un modelo de gestión a largo plazo de la escalada en su entorno que contentara a paisanos, negocios y escaladores de todo el mundo. Después de inversiones de gran calado, que aquí hemos contado y alabado, puentes, parkings, carreteras, defensa del parque natural y un largo etcétera, tenía pendiente una última fase: el problema de las basuras y el coste de recogerlas además del mantenimiento del entorno.

Solución consensuada. Se saca a subasta pública la gestión de la zona de acampada, se cobra un importe (tasa) por aparcar y se dan unos mínimos servicios que ofrece el adjudicatario y que también cobra por ellos. El ayuntamiento sólo cobra la adjudicación al gestor de la zona de acampada.

Barrera de entrada en la escuela del Fin del Mundo
Esto era lo previsto. Un negocio más, dinero para pagar la recogida de las basuras, zona de acampada regulada. Todos contentos. Pero no todo es tan simple en economía.

Los impuestos y tasas generan barreras a la actividad, es un mayor coste al inicial, por lo tanto se produce un ajuste hasta que se llega al equilibrio (oferta y demanda), para adquirir el mismo producto hay que pagar más.

Desaparecen todos aquellos que no están dispuestos a pagar el impuesto, se produce un movimiento hacia zonas donde no hay estas barreras de entrada. Otros no pueden asumir este coste de manera permanente y no acuden tantas veces, de hecho tienen que calcular cuántas veces lo pueden hacer pero no serán todas. En Margalef hay menos escaladores en los sectores de lo que era habitual. La ineficiencia es que la tasa o importe que se cobra por pernoctar, cuya finalidad original era pagar basuras y servicios generales, se entiende como precio de parking. El ayuntamiento en vez de cobrar directamente lo hace de manera indirecta, cobra un canon al adjudicatario (en realidad un impuesto) y este último cobra un importe (en realidad una tasa) a cada uno que acampa. 

Desde luego es rebuscado el proceso y genera incomprensión de quien paga, algo que suele ocurrir con todos los impuestos y la costumbre española, tan perniciosa, de intentar no pagarlos.

¿Todos se benefician con esta tasa, que se comporta como una barrera de entrada? No eso es fácil de comprobar.

Los negocios de la zona tienen opiniones dispares, unos tienen menos clientes y generan menos caja, otros han aumentado o mantienen porque su público objetivo eran escaladores que prefieren pagar y disfrutar de mejores servicios, como cuando vamos a Red River en EE.UU.

El alcalde ha cumplido. No hay sobrecostes. No hay basuras. No hay prohibiciones en el parque natural. No se duerme fuera de las zonas señaladas (sonrisa maliciosa). No hay masificación en la zona de escalada, más bien lo contrario.

Este efecto es temporal. Ya lo anticipo. Una vez descontada la carga impositiva, que de entrada hace disminuir el número de escaladores, esta se traslada al precio mínimo asumible que todos calculamos, y volvemos al comportamiento inicial. Trasladamos al futuro la situación. Volverán los escaladores y no habrá dinero para la basura y mantener la zona. La solución ya no será la de subir impuestos o la tasa por pernoctar. Se divisan nubes de tormenta, ya que las siguientes propuestas pasan por prohibiciones y esas son de escaladores o de zonas de escalada.


El próximo alcalde tendrá que pensar en qué barreras poner.

viernes, 22 de enero de 2016

Presupuestos, previsiones, propuestas y proyectos


Hemos empezado un nuevo año, casi sin tiempo de despedirnos convenientemente del anterior, no merece la pena, tempus fugit y no hay que perder ni un instante.

El año que ha muerto, una salva a sus “héroes y tumbas”, me ha enseñado palabras nuevas como cartílago dañado, calcificaciones adyacentes a la entesis del tendón del tríceps, osteocondromatosis sinovial, camino seguro hacia un quirófano, dotación económica de tiempo y recuperación.

Tiempo de invierno y de frío, ninguna novedad, hoja de cálculo abierta, es hora de los presupuestos, eso se hace a principios de ejercicio, qué vamos a hacer, qué recursos vamos a emplear, qué dinero tenemos, acto seguido son las previsiones, estimaciones de resultados en otras palabras. Cerrado estos dos procesos iniciales fijamos unos objetivos para el nuevo año. He vivido dos crisis financieras de alcance, la actual y la del año noventa y dos, y aunque parezca increíble cada año los objetivos eran superiores al año anterior.

A partir de ahí, es conveniente fijar unos proyectos que puedan dar forma al ejercicio, una manera de medir el resultado, no son los objetivos. La diferencia radica en que estos deben ser los resultados de los proyectos. Si quiero hacer un 8a este año, que es un objetivo, debo fijarme algún proyecto de vía y lugar con ese grado.

Posteriormente hay que dotar presupuestariamente cada proyecto, preveer un calendario de ejecución y poner unas fechas de revisión y corrección en caso de desviaciones significativas. Parece simple pero no lo es.

La primera reflexión es que en cuanto a dotación económica el importe se acerca a los 6.000 euros, que es una cantidada parecida al gasto total del año pasado, teniendo en cuenta una inflación de cero y que el precio de los combustibles va a estar más barato todavía este año, principal partida como ya expliqué antes de Navidad.


Hay que hacer algunas propuestas:


a) No voy a cambiar de entrenador.

b) No voy a cambiar el objetivo final de subir de grado a vista, a flash y ensayado. Seguiré jugándome una cena al que lo consigue no paga. El año pasado no conseguí superar ninguno de los tres objetivos, así que por extraño que parezca no me los voy a “subir”, un año más son los mismos.

c) Sin subir el presupuesto en euros totales tendré más disponible: la inflación sigue en negativo o en cero y el precio del gasoil es sensiblemente inferior al año pasado y ya hemos contado en estas entradas que es el mayor coste de un escalador deportivo en el año.


También hay unas consideraciones previas al presupuesto, las denominamos previsiones, son hechos ciertos que necesariamente han de concurrir:

a) Un año más viejos, más veteranos, menos flexibles, con menos capacidad de recuperación, con el mismo fanatismo, algún punto menos de intensidad.
Quedan menos vías no encadenadas en el circuito de escuelas habitual. Los datos reflejan que he encadenado algo más de 100 vías distintas cada año, de los últimos cinco, de más de 7a, además de las muchas que repito y de los pegues que no llevan al encadene. Repaso el número de pegues por dificultad, hay que garantizar un mínimo de máximo nivel.

b) Las horas de entrenamiento no van a variar mucho: tres a la semana, por 54 semanas del año menos las de vacaciones que sólo se escala, más alguna semana que se incrementan. Esto hace un mínimo de 156 horas de entrenamiento al año (ya sé que no son muchas).

c) Días de escalada en el año: Todos los fines de semana, un día entre semana cada dos semanas, más los puentes y la vacaciones de verano, Navidad y Semana Santa. Sumemos 100 días en fin de semana, más 25 diarios, más unos 30 de vacaciones: hacen un total de 155 días (esto está mejor). No puedo preveer el número de lesiones que tendré en el año, pero sí que tendré alguna y que el año no son doce meses escalables.


El blog seguirá con un mínimo de uno o dos posts mensuales, así que no menos de doce no más de veinticuatro. Mi amigo Vicent me avisó que es difícil seguir a partir del segundo año. Empecé en mayo de 2.012 y sigo, 76 posts de algún grado, muchas cifras y sobre todo letras, además de alguna sensación sin valor económico que se cuela entre líneas, si el ratón Firmín lo leyera, lo roería sin tardanza.

El proyecto final lo he consensuado con mi entrenador y mi cabeza, ambos se han puesto de acuerdo porque el corazón hace tiempo que va por libre, desde que se hizo pirata.