martes, 23 de febrero de 2016

Barreras, impuestos, tasas y otras rarezas en la escalada

Pocas veces los conceptos de economía se pueden explicar con ejemplos prácticos de sucesos en el corto plazo. Mucho más difícil es explicar el efecto de los impuestos en la actividad económica. Y ya raya lo inverosímil si además es con la escalada. Ha ocurrido y os lo voy a contar, vayamos por partes.

Un impuesto es una cantidad de dinero que hay que pagar a un organismo público por la realización de un suceso determinado. Demasiado abstracto, lo sé. Una tasa es un pago que se realiza por la utilización de un bien público, más concreto, no es universal, sólo es para quien lo usa. Ambos son barreras a la actividad económica y en nuestro caso, a la escalada.

Las razones de los impuestos y las tasas se basan en que se usan para la financiación pública posterior de bienes y servicios. Es su legitimación, con el dinero de nuestros impuestos los pagamos.

Tienen efectos secundarios, como son la menor actividad económica al aumentar su coste, disuadir de su utilización en algunos casos (ahí las tasas), e introducen ineficiencias en el sistema al trasladar unos costes generales a unos pocos usuarios.

Hasta aquí la parte de conceptos, sin mucha profundidad. Vayamos al ejemplo de la vida real en nuestras escuelas de escalada. Hay dos casos paradigmáticos en nuestro entorno, Rodellar y Margalef, dos de las mejores del mundo.

Situemos la tasa en su entorno. El lechero, famoso exalcalde de Margalef, quería dejar la alcaldía con un modelo de gestión a largo plazo de la escalada en su entorno que contentara a paisanos, negocios y escaladores de todo el mundo. Después de inversiones de gran calado, que aquí hemos contado y alabado, puentes, parkings, carreteras, defensa del parque natural y un largo etcétera, tenía pendiente una última fase: el problema de las basuras y el coste de recogerlas además del mantenimiento del entorno.

Solución consensuada. Se saca a subasta pública la gestión de la zona de acampada, se cobra un importe (tasa) por aparcar y se dan unos mínimos servicios que ofrece el adjudicatario y que también cobra por ellos. El ayuntamiento sólo cobra la adjudicación al gestor de la zona de acampada.

Barrera de entrada en la escuela del Fin del Mundo
Esto era lo previsto. Un negocio más, dinero para pagar la recogida de las basuras, zona de acampada regulada. Todos contentos. Pero no todo es tan simple en economía.

Los impuestos y tasas generan barreras a la actividad, es un mayor coste al inicial, por lo tanto se produce un ajuste hasta que se llega al equilibrio (oferta y demanda), para adquirir el mismo producto hay que pagar más.

Desaparecen todos aquellos que no están dispuestos a pagar el impuesto, se produce un movimiento hacia zonas donde no hay estas barreras de entrada. Otros no pueden asumir este coste de manera permanente y no acuden tantas veces, de hecho tienen que calcular cuántas veces lo pueden hacer pero no serán todas. En Margalef hay menos escaladores en los sectores de lo que era habitual. La ineficiencia es que la tasa o importe que se cobra por pernoctar, cuya finalidad original era pagar basuras y servicios generales, se entiende como precio de parking. El ayuntamiento en vez de cobrar directamente lo hace de manera indirecta, cobra un canon al adjudicatario (en realidad un impuesto) y este último cobra un importe (en realidad una tasa) a cada uno que acampa. 

Desde luego es rebuscado el proceso y genera incomprensión de quien paga, algo que suele ocurrir con todos los impuestos y la costumbre española, tan perniciosa, de intentar no pagarlos.

¿Todos se benefician con esta tasa, que se comporta como una barrera de entrada? No eso es fácil de comprobar.

Los negocios de la zona tienen opiniones dispares, unos tienen menos clientes y generan menos caja, otros han aumentado o mantienen porque su público objetivo eran escaladores que prefieren pagar y disfrutar de mejores servicios, como cuando vamos a Red River en EE.UU.

El alcalde ha cumplido. No hay sobrecostes. No hay basuras. No hay prohibiciones en el parque natural. No se duerme fuera de las zonas señaladas (sonrisa maliciosa). No hay masificación en la zona de escalada, más bien lo contrario.

Este efecto es temporal. Ya lo anticipo. Una vez descontada la carga impositiva, que de entrada hace disminuir el número de escaladores, esta se traslada al precio mínimo asumible que todos calculamos, y volvemos al comportamiento inicial. Trasladamos al futuro la situación. Volverán los escaladores y no habrá dinero para la basura y mantener la zona. La solución ya no será la de subir impuestos o la tasa por pernoctar. Se divisan nubes de tormenta, ya que las siguientes propuestas pasan por prohibiciones y esas son de escaladores o de zonas de escalada.


El próximo alcalde tendrá que pensar en qué barreras poner.