sábado, 30 de diciembre de 2017

¿Dónde están mis amigos?



Cerramos el Barranco, el del Fin del Mundo, claro. Solos por el frio y la niebla. Se acaba el año y nos vamos a tomar las uvas a casa. Recuerdo los años que he pasado en escuelas de escalada, tomando las uvas en Teverga, gajos de mandarina en Montanejos, trocitos de galleta en algún sitio en el Chorro entre los túneles, después de hacer por la noche un Camino del Rey ahora prohibido. Este año tengo otros motivos, quiero pensar, para no tomar las uvas con las campanas de algún reloj de la plaza de algún pueblo cercano. Subí al coche solo. El compañero de cordada tomaba otro camino ese día, su mente de ingeniero así se lo mandaba.

Barranco del Fin del Mundo
Solía tener un montón de cintas de casete en la furgo, música grabada de la radio, mezclas imposibles de estilos dispares. Cambiamos con los CD, misma amalgama de sonidos. Ahora lo hace Spotify por mí, desde el móvil por bluetooth, pongo la lista propuesta, basada en lo que suelo elegir y suena la misma música que me gusta oír, incluso mejor, no hay duda. Cuando, al rato, sonó la voz inconfundible de uno de mis clásicos. “¿Dónde están mis amigos?”.

Reza una de las estrofas el verso  … los están buscando”. Acaba el año, fiestas de Navidad, llega la Nochevieja y rebusco entre mis amigos cuáles estarán en casa para tomar las doce uvas. Es un ejercicio estéril, no aporta nada al análisis económico objeto de este blog, sólo una sonrisa al lector avezado, al escalador eterno de tiempos robados aquí o allá, para entrenar, escalar, viajar. Pensar en todos aquéllos que pueblan mis ratos de escalada, mis viajes, mis días a pie de vía.

“Carabanchel, La Modelo, Herrera de la Mancha, Cáceres2, Alcalá Meco, Puerto de Santamaría…”, suena su letanía, las penas de Robe, los lugares de sus amigos. Nunca me identifiqué con lo que decía, aunque sigo oyendo la canción y tarareando su letra. Mi mente se perdió mientras seguía conduciendo, algunas caras pasaban como líneas de la carretera. Vicent en Margalef con su guía calentita, Silvia con sus cascos ajena al mundo, Rafa por el sur con el taladro cargado, David en Fontainebleau, Andrea ideando viajes entre compe y compe, Alberto en sus Recuevas abriendo vías para los amigos, Elena buscando sus límites en las placas de la zona centro, Fran en Manilva tirando del carro de nuevo, Lali ideando su viaje por el mundo, Raúl en Teverga dando tranquilidad en su Teverga, Kymy añadiendo coahing, la Tribu reunida en Sella haciendo familia, Marta deseando que llegue el verano para que se sequen las chorreras de Rodellar, Jatu cerca como siempre, Merry haciendo sitio a la familia numerosa, Renaud en esta tierra de adopción levantina equipando nuevas joyas, Eva con la portada del Escalar en la cabeza, Aitor mirándose los pies añorando esas placas imposibles de la Pedriza, Petra se encoge de hombros, Sergio de camino a París con la cabeza llena de bloques, Tere sonriendo mientras reserva su mes, Dani poniéndose Fuertes para otro año sin límites, Gusa sonriendo, Javi fotografiando otro movimiento imposible….

Llegué a Madrid. La ciudad me engulle en su juego de luces de coches y semáforos. Tengo que volver a la conducción. Cuántos más por recordar tras veinticinco años compartiendo cordada. Las caras se desvanecen, tantas nuevas, tantas viejas conocidas que nos reencontramos por los sectores. No es raro el día que me encuentro con alguno que hace tiempo que no nos vemos, incluso no nos acordamos de nuestros nombre, sólo sabemos que nos recordamos de los días de vino y rosas, nos guiñamos un ojo y seguimos, cada uno su camino, hacia la vertical.

¿Dónde están mis amigos?, no hay duda, están escalando. Feliz 2018.